Debido a los riesgos para la salud, no se puede nadar en el Anacostia desde hace más de medio siglo. El agua contaminada puede causar enfermedades gastrointestinales y respiratorias, así como infecciones oculares, nasales y cutáneas. Noticias En Español, Public Health, District Of Columbia, Environmental Health KFF Health News
En un luminoso día de octubre, estudiantes de secundaria del Francis L. Cardozo Education Campus se subieron a un barco en el río Anacostia, en Washington, DC. La mayoría no había navegado nunca.
Su guía, Trey Sherard, de Anacostia Riverkeeper, comenzó el viaje con una charla de seguridad bien ensayada. La organización sin fines de lucro aboga por la protección del río.
Un niño de pelo negro despeinado metió, despreocupadamente, los dedos en el agua.
“¡No la toques!”, gritó Sherard.
¿Por qué Sherard había sido tan severo? ¿Era un agua peligrosamente fría? ¿Había peces que mordían?
Era por las aguas residuales.
“Ahora hay menos aguas residuales que antes. ¿Cuál es la otra palabra para las aguas residuales?”, preguntó Sherard a los adolescentes.
“¡Caca!”, dijo uno de los estudiantes.
“Heces humanas”, agregó Sherard. “Fíjense que no he dicho que no haya nada. He dicho que hay ¿cuánto? Menos”.
Estas visitas están diseñadas para que los jóvenes se interesen por la ecología del río, pero es una actividad muy delicada: interactuar con el agua puede enfermar a las personas.
Debido a los riesgos para la salud, no se puede nadar en el Anacostia desde hace más de medio siglo. El agua contaminada puede causar enfermedades gastrointestinales y respiratorias, así como infecciones oculares, nasales y cutáneas.
El río está más limpio que nunca, según los expertos medioambientales, pero aún así recomiendan no darse un chapuzón, al menos por el momento.
Unas 40 millones de personas en Estados Unidos viven en una comunidad con un sistema de alcantarillado combinado, donde las aguas residuales y las pluviales fluyen por las mismas tuberías.
Después de fuertes lluvias, cuando se supera la capacidad de las tuberías, el desbordamiento envía aguas residuales sin tratar a los ríos, en lugar de a una depuradora.
Las normas federales, incluidas algunas secciones de la Ley de Agua Limpia, exigen a municipios como Washington que reduzcan al menos el 85 % de esta contaminación o se enfrenten a fuertes multas.
Para cumplir con la normativa, Washington puso en marcha un proyecto de infraestructuras de $2.600 millones en 2011. El Proyecto Ríos Limpios de DC Water construirá finalmente cuencas de almacenamiento subterráneas de varias millas de longitud para capturar las aguas pluviales y residuales y bombearlas a las depuradoras una vez que hayan cesado las fuertes lluvias.
El túnel de Anacostia es la primera de estas cuencas de almacenamiento que se completará. Puede recoger 190 millones de galones de aguas residuales cargadas de bacterias para su posterior tratamiento, dijo Moussa Wone, vicepresidente del Proyecto Ríos Limpios.
El cambio climático está provocando tormentas más intensas en Washington, por lo que incluso después que la construcción se complete en 2030, afirmó Wone, las aguas pluviales no tratadas seguirán descargándose en el río, aunque con mucha menos frecuencia.
“En el Anacostia, vamos a reducir la frecuencia de los desbordamientos de 82 a dos en un año promedio”, señaló Wone.
Pero aunque la cuenca de alcantarillado del Anacostia cubre 176 millas cuadradas, indicó que solo el 17% está en Washington.
“El otro 83% está fuera del Distrito”, explicó Wone. “Nosotros podemos poner de nuestra parte, pero todos los demás también tienen que poner de la suya”.
Río arriba, en los condados de Montgomery y Prince George de Maryland, se están mejorando millas de alcantarillado para desviar las aguas residuales sin tratar a una planta depuradora en lugar de al río.
Los datos muestran que los excrementos son un problema para la salud de los ríos, pero saber de qué tipo de heces se trata es importante. Los científicos monitorean la bacteria E.coli para indicar la presencia de heces en el agua de los ríos, pero como la bacteria vive en los intestinos de la mayoría de los animales de sangre caliente, la fuente es difícil de determinar.
“¿Son heces humanas? ¿O de ciervos? ¿De gaviotas? ¿De perros?”, se preguntó Amy Sapkota, profesora de salud ambiental y ocupacional de la Universidad de Maryland.
Los niveles bacterianos pueden fluctuar a lo largo del río incluso sin tormentas. Un informe de Anacostia Riverkeeper descubrió que en 2023 sólo tres de los nueve sitios de los que se tomaron muestras, a lo largo de la cuenca del río en la parte de Washington, tenían niveles consistentemente bajos de E.coli durante la temporada de verano.
Sapkota dirige un nuevo programa de control bacteriano que mide la cantidad de E. coli que diferentes especies animales depositan a lo largo del río.
El equipo utiliza el rastreo de fuentes microbianas para analizar muestras de agua del río tomadas en diferentes lugares cada mes por voluntarios.
El enfoque molecular permite a los científicos identificar secuencias genéticas específicas asociadas con bacterias fecales y determinar si las bacterias provienen de humanos o de animales salvajes. El rastreo de fuentes microbianas también mide los niveles de contaminación fecal por fuente.
“Podemos cuantificar los niveles de diferentes bacterias que pueden provenir de una fuente fecal humana o animal”, apuntó Sapkota.
Su equipo espera tener resultados preliminares este año.
El riesgo para la salud de los seres humanos por el agua de los ríos nunca será nulo, pero Sapkota dijo que, según la investigación de su equipo, la planificación inteligente de las ciudades y la reestructuración de las infraestructuras podrían reducir el nivel de bacterias nocivas en el agua.
“Estamos descubriendo que hay muchos rastros fecales de ciervos en nuestros resultados”, explicó Sapkota. “Quizás esto apunte al hecho de que necesitamos más zonas verdes a lo largo del río que puedan ayudar a evitar que los contaminantes fecales de la fauna entren en el río durante los episodios de aguas pluviales”.
Washington espera recuperar parte del costo de la construcción de espacios verdes y otras medidas de limpieza del río.
En enero, la oficina del fiscal general de Washington, DC, Brian Schwalb, presentó una demanda en la que solicitaba una indemnización no especificada por daños y perjuicios al gobierno federal, por décadas de supuesta contaminación del río Anacostia.
Brenda Lee Richardson, coordinadora de Anacostia Parks & Community Collaborative, dijo que los esfuerzos para reducir la basura y las aguas residuales están dando sus frutos. Según ella, el río se recupera y se puede ver más vida vegetal y animal en su entorno.
“El ecosistema parece mucho más verde”, dijo Richardson. “Ahora hay cosas en el río que antes no estaban”.
Pero cualquier cambio en la zona ribereña debe hacerse teniendo en cuenta a los residentes de ambos lados del río, apuntó.
“Queremos que haya un sentido de equidad en cuanto a quién tiene acceso”, añadió. “Cuando miro quién está disfrutando del río, veo que no son personas que se parecen a mí”.
Richardson ha vivido durante 40 años en el Distrito 8, una zona predominantemente afroamericana en la orilla este del río cuyos residentes son generalmente menos acomodados que los de la orilla oeste. Ella y sus vecinos no consideran el Anacostia un lugar para salir y disfrutarlo, dijo.
A medida que la calidad del agua mejora lentamente, Richardson espera que la reputación del Anacostia también se rehabilite. Incluso si no es seguro para nadar, a Richardson le gusta hacer excursiones en barco como la que hizo con Anacostia Riverkeeper.
“Ver todas esas criaturas en la ribera y la vegetación fue reconfortante”, explicó. “Así que en lugar de tomar una pastilla para calmar mis nervios, puedo simplemente bajar al río”.
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